Mi maleta se llama Dakine y es la más bonita de todas las que tengo aunque siempre deba facturarla. Me la compré de rebajas junto con una mochila de la misma marca hace 4 años.
Sin embargo, Dakine es testigo de la mayoría de mis viajes fugaces, inesperados y/o secretos que he realizado. Podría decir que soy de esas personas que piensan que, al igual que existen secretos inconfesables, también deberían existir viajes que llevarse a la tumba.
Así, todo dejaría de ser tan turístico y las ciudades arrancarían sonrisas y miradas para grandes minorías. ¿No creen?
Sin embargo, Dakine es testigo de la mayoría de mis viajes fugaces, inesperados y/o secretos que he realizado. Podría decir que soy de esas personas que piensan que, al igual que existen secretos inconfesables, también deberían existir viajes que llevarse a la tumba.
Así, todo dejaría de ser tan turístico y las ciudades arrancarían sonrisas y miradas para grandes minorías. ¿No creen?
Yo cojo mi maleta y me voy. Sin más. Sin menos.
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