Joel ya sabía lo que era subir al Tepozteco. Solía hacerlo una vez al año con su padre. Así que, haciendo uso de mi tozudez no quise escuchar los intentos de abortar la misión que, una y otra vez, me sugirió.
Yo no era consciente de lo que venía a continuación y no parecía estar tan lejos visto desde abajo. Por lo tanto, mi cabezonería hizo el resto. Obviamente, bajo aquella espesa vegetación existía un infierno de escalones que me dejaron, nunca mejor dicho, de piedra.
Diez minutos más tarde, cuando llevábamos subidos como 10 metros de escaleras. Empezó a sobrarme la ropa y mis pulmones no daban para más. Comencé a dudar sobre si la decisión de subir había sido tomada a la ligera y me encontraba frente a mis últimas horas de vida.
No recuerdo cuantos escalones llegué a subir. ¿1000 escalones?, ¿2000? Sinceramente, no lo sé. Tampoco tengo claro las veces que tuvimos que descansar para conseguir nuestro propósito y no echar con el corazón por la boca.
Simplemente, sé que lo conseguimos aunque faltó la canción de Rocky y un par de aplausos enlatados al llegar al Tepozteco. Me sentí como un pequeño superhéroe en el día previo a las agujetas que me harían convertirme en Robocop los tres días siguientes.
Fue doloroso pero placentero :)
Joel sonriente como siempre. |
Escalón, escalón, escalón ... |
Empezamos a subir entre risas porque la gente que bajaba del Tepozteco tenía buena cara y no parecía que fuese tan sufrido como me había relatado. Evidentemente, cada comentario que hacía, le resultaba un chiste puesto que sabía lo que nos esperaba y yo era la novata.
Diez minutos más tarde, cuando llevábamos subidos como 10 metros de escaleras. Empezó a sobrarme la ropa y mis pulmones no daban para más. Comencé a dudar sobre si la decisión de subir había sido tomada a la ligera y me encontraba frente a mis últimas horas de vida.
Descansando en el camino. |
Joel y la vegetación que oculta el infierno. |
Tepozteco. |
Vistas desde el propio Tepozteco. |
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