La jaula de cristal

Los rayos de sol invernal se colaban por la ventana acariciando el frío recipiente de cristal. La luz atravesaba, sin problema, el fino vidrio que lo protegía del exterior. Creció así, aislado del mundo en aquel pequeño espacio.

Al fin y al cabo, tenía suerte. Había olvidado lo que era sufrir. Ascender para luego precipitarse al vacío. Sin sobresaltos. Sin agitaciones. Sin sorpresas.

Hace tiempo atrás, su dueña renunció a él sin pena ni gloria. Pasó sus años condenada a guardar su esencia en un bote de cristal. Segura de haber escapado de la peor de sus muertes.

Entre sus manos, decía que transportaba la mayor de sus tristezas. Un tesoro maldito. No sabía vivir con él pero tampoco creía que llegaría muy lejos con su ausencia. Una felicidad basada en el autoengaño de quién tiene miedo.

Dormía aferrada a aquel bote. Comía mirándolo fijamente. Respiraba empañando el vidrio. Apretaba la tapa todos los días de manera compulsiva. Se había olvidado de vivir a cambio de su propia protección.

Vio su vida pasar ante ella fugazmente cuando el bote resbaló de sus manos un día de verano. Alcanzó el suelo y se rompió en mil pedazos. Gritó de dolor. Tocó su pecho mientras caía arrodillada sobre los cristales. Comenzó a faltarle el aire con la primera lágrima que derramó y de repente, el dolor cesó.

Inhaló fuertemente como jamás lo había hecho. Miró el cielo por primera vez a través de sus propios ojos y se dió cuenta del mundo nítido que encontró. Se sintió tan ligera como una hoja mecida por el aire.

Se levantó, sonrió y sus sentidos comenzaron de nuevo a vivir.

Najwa Nimri – Jugue y gane

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One Response to La jaula de cristal

Leyla dijo...

Muy bonito. Un cuento muy real. Me ha gustado mucho. Mucho, mucho :)

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