Archivar como noviembre 2010

Vivamos como si mañana fuese el final

Estimada Leyla:
No eres la única complicada en este mundo así que deja de compadecerte. Yo, al igual que tu, debo dejar de pensar tantísimo las cosas. Activar mi chip "inhibidor" y vivir. ¡Qué sólo tenemos una vida y no hacemos más que desperdiciar el tiempo!

Creo que hoy es un buen día para sonreír sin más o al menos, para merendar dosis de indiferencia descomunal. Sí, hablo de "¡Salta valiente!" y punto final. Juraría que viste la película. Por lo que no habrá malos entendidos esta vez.

A la mayoría de personas decentes les duele que alguien importante se aleje. Se nos encoge el estómago cuando nos besa la persona que amamos. Nos sudan las manos o tartamudeamos cuando estamos nerviosos. Pero todo sigue en su sitio. Quizás un poco más a la derecha o a la izquierda. Todo es cuestión de la frecuencia con la que limpies el polvo de la estantería.

¿Qué decirte que no sepas ya de mi perturbada vida? ¿Una chica nueva? ¿Una quema de billetes de avión entre lágrimas? ¿Otra piscina vacía? ¿Una cicatriz más? Todo sigue igual que siempre. Eso es lo que me duele. La monotonía nos matará antes que nosotras a ella.

Sigo tras aquel muro con mis auriculares tatuándome estrofas de Dorian. Contando las horas para salir de esta apestosa pecera que me impide disfrutar del sol. Ya sabes que siempre fui como un girasol.

No estés triste. Prometo volver. Estoy segura que lo haré tan pronto como me libere de las arenas movedizas en las que me hallo. No te pido que me esperes. Sólo que recuerdes que, en otoño, siempre fui hoja que viaja al son del aire con demasiada arena en los bolsillos.

No me pidas que trate de alejarme de ti. Porque si sigo haciendo lo que hago es porque me gusta. Sí, te hablo de la arena. No tienes porque entenderlo hoy. Algún lo harás, sonreirás y pensarás "siempre fue una romántica empedernida".

Me gustaría contarte que últimamente odio las despedidas.

Melody Gardot – Your Heart Is As Black As Night

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Hambre de piel

Mente y cuerpo se funden en un abrazo privado. Lejos de posibles miradas indiscretas. Oscuridad que ciega los ojos de dos siluetas próximas. Se detiene el tiempo y el ruido de la calle cesa por completo.

Respiración acelerada, caliente y tan cercana que acaricia el cuello. Palabras entrecortadas y susurradas a unos labios que aguantan las ganas. A duras penas. Hambre de piel.

Manos que miran e interpretan senderos. Dedos que exploran nuevas texturas. Caminos inexorables hacia una locura desenfrenada. Exhalaciones cada vez más fuertes. Hambre de contacto.

Movimientos acompasados, sucios y primitivos. Ropa que quema, que se destierra con desprecio a un rincón de aquella habitación y desata la furia de dos animales hambrientos. Ganas y más ganas.

Manos rápidas que se vuelven precisas y exigentes. Sudor que resbala por la frente. Gritos consentidos y enmudecidos en la almohada. Mordiscos que silencian palabras y tatúan las ganas aún contenidas en la espalda. Éxtasis compartido.

Sentidos cómplices del caos. Electricidad transmitida con las yemas de los dedos. Locura justificada y calor infernal que se mastica. Aliento que pide una tregua sin saber que el gusto aún está por llegar.

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Ella

Caminaba con las manos en los bolsillos del abrigo. Leía citas en el suelo aunque nunca las terminaba. Sus zapatos mojados marcaban el paso de aquella silenciosa calle. Miró al cielo y no le gustaron las nubes de divisó. El sol comenzaba a desperezarse a través de sus gafas sucias. Entornó los ojos y sonrío mientras le decía a su cabeza palabras que sólo ella comprendería al día siguiente.

No se percató que ya era mañana.

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Otra noche más

"Anotaciones malditas en un móvil que sufrió por canciones olvidadas en una sala de fiestas de Madrid". Ése podría ser el comienzo de una noche tan pintoresca como la de ayer. Divertida y triste a partes iguales.
Sesiones con diferentes nombres pero con el mismo plan de negocio que la anterior: "Moderneo con alcohol de quemar y la lista de reproducción de siempre" como Kiss FM. Últimamente, lo divertido siempre lo encuentro fuera de los locales, dónde la gente puede hablar.

Las heridas escocieron con lo que llaman "oferta de dos copas por 15 euros", pero aprendí a sobrevivir a base de puñetazos en el estómago. Cantar cada una de las canciones como si fuese la última y sentir que no hay un mañana.
Sigo bajo mi nórdico. Bocarriba y a oscuras. Escucho música para resucitar y sin dudarlo, borro el contenido y breve título de la anotación. Escribo de nuevo. Cambio todas y cada una de las palabras. Rememoro mi noche y sonrío.
Noches de besos. Noches de números de móvil en muñecas ajenas. Noches de escalofríos. Noches de amaneceres en Gran Vía. Noches de reencuentros. Noches de Esperanto. Noches de ti, de mi y de otros tantos. Noches que nunca dejan de ser noches. Noches de París en mis manos. Noches de casualidad. Noches que se escriben solas y como no, producto del destino.

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Pepita de chocolate

Mañana traen el nuevo ojo de Pepita de Chocolate. Ha sido difícil conseguirlo y sobre todo, costearlo en un mes que hace aguas por todos los lados. Siempre me han gustado los retos. Así que tampoco supone un problema el hecho de pagar 129 euros por una pantalla LCD para que vea a todo color.

Recuerdo que era un día soleado y que la noche anterior, habíamos asistido a la fiesta Miss Moustache tras algunos intentos frustrados por incompatibilidad de agendas. Desde aquel día, Pepita no volvió a ser la misma.

Quedó ciega un viernes. Cuando el café y almorzar se vuelven franjas horarias complicadas de determinar. Yo cerraba los ojos y conversaba, animadamente, sin percatarme del dolor que ella sufría en silencio.

Mañana me gustaría pensar que todo habrá terminado y que Pepita de chocolate volverá a sentir toda la gama de colores recorrer sus delicados circuitos. En el fondo, su felicidad es la mía también.

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Palos de ciego

No voy a salir a buscarte, suerte.
No voy a intentar encontrarte, amor.
No voy a esforzarme en comprarte, felicidad.
No voy a saciar mis ganas, aliento.
No voy a creerte más, corazón.

Voy a quedarme en casa, que aquí, no siento tanta frustración.

Dorian – Veleros

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Las pecas de Noviembre

Mis sentimientos se agolpan en mi boca en forma de palabras frustradas y por las noches, las vomito para no caer en la tentativa de gritarlas. Se llama miedo lo que siento cuando mis horas de sueño me traicionan al cerrar los ojos. Entonces, me despierto sobresaltada al comprobar que sigo sola bajo mi nórdico y respiro profundamente. Todo sueño hoy, parece tan inalcanzable como lo fue ayer. No he aprendido a vivir en el suelo y mi cabezonería me lleva directa a las nubes. Soy consciente de la caída pero ni la realidad me hace descartar semejante idea. Y así ando hacia algún lugar, saltando los charcos como si cada uno de ellos fuese una pregunta que salpicará de lleno mi cajita de cartón.

Saosin – Bury Your Head

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