Podría alzar una silla sobre mi cabeza y acabar con todo esto. Romper cualquier vínculo y dejar de ver atardecer a través de un cristal sucio día tras día.
Sentir el frío césped sobresalir entre mis dedos, inventar nubes para luego deformarlas de un soplido y adivinar los destinos de los aviones que dibujan el cielo.
Podría alzar una silla sobre mi cabeza y sentarme en la fachada. Jugar con todos y cada uno de los cristales del suelo y escribir tu nombre en mis brazos.
Sentir el frío vidrio hundirse en mi blanca piel y gritar tu nombre mientras las lágrimas ensucian mi cara.
Sentir el frío césped sobresalir entre mis dedos, inventar nubes para luego deformarlas de un soplido y adivinar los destinos de los aviones que dibujan el cielo.
Podría alzar una silla sobre mi cabeza y sentarme en la fachada. Jugar con todos y cada uno de los cristales del suelo y escribir tu nombre en mis brazos.
Sentir el frío vidrio hundirse en mi blanca piel y gritar tu nombre mientras las lágrimas ensucian mi cara.
Podría quedarme quieta sentada en aquella silla y apaciguar mis pensamientos. Seguir viendo atardecer a través del cristal y contar las horas que me quedan para sentirte mía.
Concienciarme de que no estas lejos, que no te echo de menos, que no quiero volver a fundirme contigo y tampoco gritar las canciones con las que nos quedábamos afónicas.
Concienciarme de que no estas lejos, que no te echo de menos, que no quiero volver a fundirme contigo y tampoco gritar las canciones con las que nos quedábamos afónicas.
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