de huevos, patatas, secuestros y entradas locas

Quizás todo sea un cúmulo de circunstancias que sólo yo, en mi mente, no soy capaz de ordenar. Pienso demasiado, sí. Quizás todo sea ficticio y despierte un día en un hospital con una cicatriz en el pecho tras un trasplante de corazón. Pero se que a mi alrededor no habrá dolor, no habrá nadie, no habrá luz ni oscuridad.

Me han robado órganos y jugado con ellos. He conocido a personas que podrían haberlos transportado en su mochila sin ser conscientes de la necesidad que tenía de ellos, en especial de mi maltratado y esperanzado corazón.

Parcheado y cosido con miles de hilos de colores para alegrarle aunque siempre supe que se romperían y me han hecho convertirme en un ser que se detesta a sí mismo por albergar esperanza o mejor dicho, simplemente por esperar.

Se que a lo largo de mis 22 años, hubo gente que siempre lo valoró y otras en cambio, lo despreciaron sin saber muy bien cómo manejarlo en su beneficio. Son cosas que pasan. La indiferencia es algo en lo que trabajo todos los días.

El dolor es algo intransferible, como las tarjetas de crédito o la del Club Día. La felicidad se puede comprar pero no con dinero precisamente. Sin embargo, la tristeza tan sólo se regala para que no vuelva de nuevo a nosotros.

El Orgullo Gay me sale caro, pero aún así, no decaigo. No pienso hacerlo. Mi Blackberry Storm ha sido secuestrada por un moro al que le he dedicado mis más sinceras palabras soeces jamás expresadas por mi boca.

De todos modos, advertirle que en menos de 24 horas podrá usarla de pisapapeles puesto que su IMEI ha sido bloqueado esta mañana. Disfruta majete ;)

Que continúe la fiesta tal y como la dejamos ayer. Hoy soy 160 euros menos rica en la cuenta corriente, pero sonrío por ver otro día atardecer inmersa en mis pensamientos y con el estómago lleno.

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