Se llama nerviosismo y me susurra sin yo comprender muy bien el motivo. Me persigue allí donde voy. Me busca entre las sábanas. No tiende a razones.
Sin dejarme ver ni pensar con claridad, paso mis días. La cabeza no tiene una ubicación fija. Siente un dolor semejante al de centenares de alfileres que se clavan en la piel. Y es difícil, mantener la calma.
Mis ojos están cansados. Han dejado de observar. Ya no se sienten tan poderosos. Vagan y se cruzan con las mismas miradas perdidas que ellas creen protagonizar. Entristecen y se humedecen mientras miran la calzada.
Un dolor que te atrapa entre sus manos y juega contigo como marioneta. Que te hace tener insomnio y tirar a la basura todas aquellas buenas promesas compradas en farmacia.
Sin dejarme ver ni pensar con claridad, paso mis días. La cabeza no tiene una ubicación fija. Siente un dolor semejante al de centenares de alfileres que se clavan en la piel. Y es difícil, mantener la calma.
Mis ojos están cansados. Han dejado de observar. Ya no se sienten tan poderosos. Vagan y se cruzan con las mismas miradas perdidas que ellas creen protagonizar. Entristecen y se humedecen mientras miran la calzada.
Un dolor que te atrapa entre sus manos y juega contigo como marioneta. Que te hace tener insomnio y tirar a la basura todas aquellas buenas promesas compradas en farmacia.
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