Permíteme aceptar que las cosas no saldrán cómo me imaginaba.
Permíteme hallar un ejercicio que me ayude a sacarlo.
Permíteme aceptar que mi mala racha, sin duda pasará.
Permíteme encontrar la quietud y el silencio.
Permíteme descubrir la paz que me ayude a ahuyentar el sufrimiento.
A veces, es mejor escuchar los malos consejos. Muchas otras, tan sólo los buenos. Pero nadie puede asegurarte un final no drástico ni frustrante en el futuro. Estoy cansada pero no lo suficiente como hablar con mi psicólogo largo y tendido. Hoy no, por favor.
Mañana iré al Rastro. Me compraré una de esas personalidades que me recomiendan y si son tan baratas y bonitas como me dicen, aprovecharé el tirón para adquirir un par de ellas. Así, ya tendré para intercambiar a gusto del consumidor.
¿Acaso no es el cliente quién siempre lleva la razón?
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