Bocetos

A medida que transcurren las horas, mi mente se refresca y recuerda con mayor fluidez las dos últimas noches navideñas vividas. No he echado de menos Internet y sobre todo, he disfrutado del sofá de la Casa L que tan buenas vibraciones me causa siempre.

Sin embargo, mis ganas de escribir no cesaban y se acumulaban poco a poco. Mi cabeza, como si de un miembro independiente se tratase, funcionaba al libre albedrío y se dejaba llevar por las extrañezas en las que se sumergía.

Mientras me dedicaba a fumar sentada en el sofá, observaba a aquella niña que no paraba de crear. Su pequeña espalda se cubría con su castaño pelo rizado. Sus manos se movían rápidas y con la precisión de un cirujano experimentado con unos bolígrafos y rotuladores de colores arañados de cajones.

No hay nada mejor en esta vida que la sensación de paz que te emborracha cuando has vivido una semana como la mía. Frenética y asfixiante como puede aportarte la asignatura de Marketing aunque también tengo que añadir que sigo sin conocer al profesor.

Mi fin de semana comenzaba el domingo. A mi espalda, una semana de trabajos, lecturas, impresiones y entregas que se acercaban a mí con la intención de meterme mano y no creo que con muy buenas intenciones.

Me sentía extrañamente cautivada, tranquila y algo soñolienta mientras el humo escribía palabras que no terminaba de cuadrar en un puzzle gramatical desconocido.

Volvía a equivocarme pero esta vez me gustaba la sensación de fracaso que tantas veces he intentado ocultar. Su nombre retumbaba en mis oídos y me ponía colorada ante tal azoramiento.

Ayer, también lo hizo y mañana, es posible que también sea la misma historia con erratas previas que no me dejan tiempo para la comprensión de una musicalidad como aquella y que grita desde dentro.

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