[Cap. 2] Se busca basura

Eran las 23.15 del jueves cuando maleta en mano y con más sueño que carracuca me presenté en Oviedo. Tenía miedo a abandonar el microclima del autobús frente a un posible frío infernal que se adueñaba de la ciudad días atrás.

La niña de los bolígrafos hacía de anfitriona en la tierra de los premios Príncipe de Asturias, Fernando Alonso, agua mineral Fuensanta y como no, del arte de escanciar sidra por todos los rincones.

Debo confesar que es mi primer viaje al norte de la península y por ello, creo que albergo tantas curiosidades por satisfacer. Todo esto es diferente y extrañamente peculiar en comparación con las ciudades que frecuento.

Toda mi vida he visto cubos de basura en la calle. Grandes y pequeños. Verdes y amarillos. En Oviedo, no. Aquí ni cubos de basura ni suciedad o papeles en el suelo. Es extraño pero lo mejor de todo, es que hay un calendario establecido para la recogida de basura y si no se cumple, te multan.

Por lo que he averiguado durante estos días, imagino que ciertas subcontratas de individuos con síndrome de diógenes, en plan CSI, vigilan el contenido de las bolsas. Si el día de recogida de papel, tu tiras vidrio, a la comunidad de vecinos le toca apoquinar tu gracia.

En definitiva, otro buen motivo para ver como tu vecino se convierte en tu sombra y ya no deja ni tus bolsas de basura en paz con el estúpido motivo "estaba mirando que todo estuviese en orden".

Oviedo obliga a reciclar y a ser limpio con tu ciudad. Es un buen compromiso pero siento como si alguien me observase cuando en mi mano tengo un pañuelo que no se en cuál de las 300 papeleras que tengo a mi alcance usar.

Posiblemente haya francotiradores apostados en puntos estratégicos acechando por toda la ciudad. Ahora, no dejo de mirar balcones y ventanas.

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