[Cap. 3] El naufragio

Para poder decir que "se ha visitado Oviedo", se debe salir a la calle al menos una vez. El camino de la estación de autobuses a la casa de la anfitriona no se considera tiempo de turismo.

Por lo tanto, decidimos que nos diese el aire en nuestro particular fin de semana de autismo y de costreo máximo un viernes por la tarde.

Tras un largo café y un cigarro con el que intentaba averiguar la temperatura ambiente del lugar. Nos dispusimos a poner un pie en la calle sin saber dónde nos llevaría aquel viaje sin retorno por las calles.

Después de andar lo que a mi me pareció un laberinto de calles arriba y abajo consecutivamente y ver tiendas exclusivas de la localidad como Breska. Mi rodilla comenzaba a quedarse como el chopped.

Oviedo es un ciudad que te aturde con sus calles y se convierte, tarde en temprano, en agujetas de campeonato. Así que, nos dejamos caer en una cafetería con la idea de reponer fuerzas a base de unos tercios.

La cena fue una lucha encarnizada en un "piedra, papel o tijera" para la no elección de los platos. Mientras, poco a poco, las sidras iban haciendo mella y la nitidez se perdía.

¿Qué maldad puede tener la manzana fermentada? Ninguna no. La manzana nunca ha sido una fruta benevolente para quién la toma. No obstante, los consejos de la niña de los bolígrafos respecto a la mezcla de cierta clase de alcohol con la sidra cayeron en oídos sordos.

Me convertí en un Adán que, tras tomar la manzana, termina en un mundo infernal donde se pagan por los actos cometidos y así fue.

Yo pagaba mi ignorancia por las copas que me había tomado y me dedicaba a intentar sobrevivir en aquel taxi que nos traía de vuelta a casa. Aquello era un naufragio en toda regla.

A la mañana siguiente, amanecí con un pijama que no recuerdo como había logrado ponerme, una cabeza que iba a explotar y una garganta que parecía haberse comido toda la arena de la maravillosa playa de sábanas donde desperté.

Mi anfitriona apareció en las mismas condiciones que yo. Además, como en buena historia de piratas y naufragios. Nuestros abrigos amanecieron con piedras preciosas en los bolsillos que fueron sustraídas de maceteros privados ante la euforia que desprendíamos por las calles.

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One Response to [Cap. 3] El naufragio

pintamonadas dijo...

Un pequeño apunte... ¡era viernes! Las andanzas y desventuras de cómo dos señoras hechas y derechas llegaron a buen puerto en un taxi, y amanecieron sin llevar un tutú puesto.
Chan chan.

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