Noé era mexicano

Me he levantado de la siesta por un trueno. Creo que es la primera vez que me ocurre y desde luego, ha sido de todo menos natural. A oscuras todo parece más tenebroso pero tampoco es que haya podido encender la luz porque se había ido en el vecindario.

El agua cae, literalmente, a chorros del cielo. Como si un millón de vecinos cuelgan la ropa mojada y no reparan en que habitas bajo semejante cataráta producida. También, hay que añadirle la fiesta de truenos y relámpagos del vecino del sótano. Todo una barra libre digna de observar.

Cuando me acosté, cualquier pronostico de "pueden caer un par de gotas" era evidentemente, un claro acierto. Sin embargo, levantarme con el diluvio universal no era lo que esperaba. Ni aquí ni en Pekín.

Lo más gracioso es que cuando conseguí tener el valor suficiente para salir de la habitación, mi compañero de piso me dijo algo como "aquí no se suele salir de casa porque caen rayos como hostias pero que no me preocupase porque es una tormenta normal" (traducción cortesía de servidora).

En definitiva, me encuentro cinco niveles por encima de "estoy haciéndome caca en las bragas".

¡Que no nos mientan! ¡Que nos digan la verdad!
Noé era mexicano.

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