Desconozco su nombre pero su rostro me estremeció en el mismo instante en que mi mirada la descubrió sentada en una caja de plastico vendiendo aguacates en el mercado de Tepoztlán.
Recuerdo la sensación de tristeza y asombro que me recorría todo el cuerpo y la imperiosa necesidad de fotografiarla. Creo que son de las arrugas más preciosas que he visto jamás.
Ella desconfiaba de nosotros pero accedió a regañadientes, no sin antes intentar encasquetarnos varios de sus aguacates.
Maria Dolores Pradera – La Flor De La Canela
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